Déjate
llevar, esa voz que no sabes de donde viene ni sabes a quien se lo escuchaste
decir, no cesa de sonar en tu cabeza una y otra vez, más como una obligación
que como un deseo, y aún así, siempre que hay ocasión te dejas llevar, una y
otra vez, y perderse de verdad. Pero siempre al día siguiente vuelve el peso
del tiempo, vuelve el mundo real, y no hay más, de nuevo a pelear por buscar lo
que necesitamos o queremos, y ya estoy harto de esta humanidad que crea en el
humano la propia necesidad de separarse, de deshumanizarse. No hay manera de
continuar sin que alguien te dé el visto bueno, no se puede seguir si no hay
alguien que te lleve, no se puede elegir sin que te delimiten las opciones,
básicamente existe dependencia, y nosotros, que vivimos en esta supuesta
libertad y ni siquiera el prójimo es capaz de sacrificar un ápice de su
bienestar por el progreso común, somos presos de la sociedad, y apenas nadie se
atreve a preguntar por qué tiene límites la libertad. Aún así cuando se haga
siempre habrá algún ilustrado que sepa contestar, igual que muchos filósofos lo
tratan en algunas de sus extensas y complejas ideas, y ninguna respuesta me
valdrá, en mi cabeza como excusas explotaran cada una de sus palabras. Solo
excusas, intentaran explicar la necesidad de tal límite para evitar tal
problema, pero solo pensaré que dicho límite choca contra mi infinitud, la
infinitud del ser humano. Podré comprender algunas razones, pero nunca serán
nada importante, puesto que si los problemas no se tratan de raíz, siempre
estarán, aunque los delimites, y yo, más radical, prefiero pensar que la
coherencia y la conciencia del ser humano podrían evolucionar con ayuda de la
educación, crecer, hasta el punto en que los límites solo se los ponga uno
mismo, pero eso solo son reinos utópicos, pues nadie quiere aprender a convivir
de verdad, una sociedad básicamente meritocrática y vanidosa no puede
evolucionar a tales puntos de empatía y respeto necesarios para que el humano
viva, conviva y se realice en comunidad. Por tanto la voz que repetía el
‘’déjate llevar’’, no era más que otra solución de la sociedad para perpetuar
la ignorancia, el hacerte creer que tienes opciones cuando solo existen límites
y problemas por todas partes, pero ahora que lo sé, la voz que me lo dice a mí
tiene otros fines. Me dejaré llevar, lejos, muy lejos de lo convencional, del
que dirán y del por qué está mal, me dejaré llevar y me dejarán que los lleve
en busca de otra libertad, de otra sociedad, en resumen, de otra forma de vivir
en colectividad, sin que el dinero y las personas pisen sueños y deseos aún a
estrenar. Me dejaré llevar por la revolución.
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